LAVADO DE CABEZA

Uno de los temores principales que muchos padres cristianos tienen acerca de las nuevas tendencias ideológicas es que les laven la cabeza a sus hijos. Eso ha llevado a varios padres, justificadamente o no, a sacar a sus hijos de ciertos colegios o escuelas públicas para educarlos en casa. El homeschooling es una alternativa, según piensan, frente a la poderosa marea ideológica que se levanta cada vez con más fuerza.

La verdad es que el «lavado de cerebro» no es nada nuevo. Lo vimos en la Alemania Nazi y lo vemos aún en los países comunistas. En realidad, todo tipo de totalitarismo ideológico sea de derecha o de izquierda, va a buscar cambiar el modo de pensar, cambiar la cultura, para así establecer su hegemonía. Y los jóvenes son la tierra más fértil, porque aún su visión del mundo y de la vida no se han afianzado.

Alrededor del año 605 a.C. un grupo de jóvenes israelitas tuvieron que enfrentar el mismo desafío. Daniel y sus amigos Ananías, Misael y Azarías fueron llevados cautivos a Babilonia. El Rey Nabucodonosor y su imperio tenía la estrategia correcta: «Tomemos jóvenes de la élite de Judá y hagamos que asimilen nuestra cultura. Así, romperán con su pasado y tendrán una nueva identidad» (ver. Dn. 1:3-4). ¿No te parece muy actual el discurso?

El proceso de reeducación estaba bien establecido: «El rey les asignó para cada día una ración de los manjares del rey y del vino que él bebía. Ordenó que se les educara durante tres años, para que al fin de ellos se presentaran al servicio del rey» (Dn. 1:5).

Vemos que la estrategia de reeducación tenía dos elementos principales: comida e instrucción. El segundo elemento lo comprendemos, pero el primero… ¿qué tiene que ver la comida con la reeducación? Sabemos que los israelitas tenían estrictas leyes dietéticas, leyes que habían sido dadas por Dios. Al seguir esas regulaciones dietéticas Israel se destaca como un pueblo especial, un pueblo santo para el Señor. Pero había más que eso. Por detrás de todas estas regulaciones Israel debía entender que dependía del Señor para su subsistencia y que todo lo que recibía provenía directamente de Él.

Bueno, Nabucodonosor quiso entonces cambiar las lealtades. Al darles de «la ración real» les estaría inculcando a los jóvenes que todo lo que ellos tenían para su sustento venía de la bondad del rey de Babilonia. Él sería su sostenedor y protector y ellos deberían depender sólo de él.

Pero además de la comida, hubo otro elemento importante en la estrategia de reeducación: Se les asignaron nuevos nombres (v. 7). Sus nombres judíos, nombres cuyo significado destacaba su relación con Dios, fueron cambiados por nombres babilónicos relacionados con ídolos babilónicos. Nabucodonosor lo entendió bien, no solo debía cambiar su lealtad, sino que debía darles una nueva identidad. De esa forma tendría súbditos fieles al «sistema».

¿Qué hicieron estos jóvenes? ¿Cómo lograron vencer a tamaña presión? Todo un aparato estatal estaba sobre ellos queriendo darles una nueva vida completamente distinta de la que habían recibido de sus padres. ¿Ves la conexión con muchas de las cosas que varios estados modernos están haciendo?

Bueno, no se debió tanto a la fidelidad de estos jóvenes (aunque ciertamente fueron fieles a Dios) que este proceso de asimilación no tuvo éxito. Aunque el texto dice que «Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con la ración de la comida del rey ni con el vino que este bebía» (1:8), no podemos pensar que esta disposición de corazón fue la que le dio la victoria, porque al final de cuentas, ¿quién era Daniel? ¿un súper creyente? (como si existiera tal cosa).

La verdad acerca de la victoria de Daniel se debe a algo que a simple vista pasa desapercibido por el lector desatento. La verdadera razón, causa, o motivo por el cual Daniel y sus amigos vencieron se debió a que Dios soberanamente estaba controlando la situación desde el comienzo. La deportación fue voluntad de Dios (1:2), Dios concedió a Daniel que se ganara el afecto y la buena voluntad del jefe de los funcionarios (1:9). Dios hizo que los jóvenes, alimentados solo con legumbres y agua, se vieran más saludables que el resto (1:12-16). Y, Dios les dio conocimiento y habilidad en toda clase de escritura y sabiduría (1:17). ¿Ves esto? Es el Dios soberano, que preserva a su pueblo, está detrás de todo y explica la disposición de corazón de Daniel y sus amigos.

Aunque Daniel y sus amigos estaban en Babilonia, bajo el reinado de Nabucodonosor, Jehová era en realidad el soberano allí. Esta es una tremenda lección que debemos tener presente al enfrentar los grandes desafíos que la cultura actual impone a los cristianos.

Daniel y sus amigos pusieron un límite. Ellos no tranzarían en lo que se refiere a las lealtades. ¿Tú y yo estamos dispuestos a hacer lo mismo?

Alistair Begg resume el asunto de forma precisa. Él dice:

 

…vendrán las crisis; llegarán los momentos en que seremos llamados a ir con el fluir de nuestra cultura en lugar obedecer a nuestro Dios en el lugar de trabajo, en el club deportivo, en cómo criamos a nuestros hijos, en lo que decimos desde nuestros púlpitos, etc. Esas crisis revelarán lo que hay dentro de nosotros. No asumas que te mantendrás firme en esos momentos. Del mismo modo, no asumas que tendrás que ceder. Toma una decisión ahora. Piensa en dónde vas a trazar los límites que no cruzarás (Alistair Begg: Brave by Fatih, God-sized Confidence in a Post-Christian World, p. 16).

 

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Pastor, plantador de iglesias y profesor de teología. Me apasiona predicar las buenas nuevas de salvación en Cristo Jesús, estudiar y enseñar acerca de las bellezas de la Palabra de Dios.

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